Si nos paramos a recordar nuestra infancia, es posible que nos descubramos jugando, convirtiéndonos en grandes conquistadores, en padres o profesores. Aprendiendo a relacionarnos con nuestro ámbito familiar, material, social y cultural a través del juego.
¿Qué es el juego?
El juego es una capacidad inherente al ser humano y, como tal, puede ser el punto de partida desde el que se va a conformar nuestra personalidad. Es sinónimo de diversión y recreo aunque no es lo único para lo que sirve, ya que el juego también es útil para descubrir, aprender, conocerse a uno mismo y a los demás. Es la forma en que aprendemos a comunicarnos y relacionarnos, antes incluso de saber hablar.
Mediante el juego se desarrollan competencias sociales y académicas que nos preparan para el mundo externo adulto. Por tanto, no podemos ni debemos subestimar la importancia de esta actividad.
Tanto en el colegio, como en el ámbito familiar, los niños emplean parte de su tiempo en jugar, según sus edades y preferencias, ya sea individualmente o en grupo, dirigidos por adultos o libremente, con una intencionalidad pedagógica en unos casos o en otras simplemente lúdica y de relación con los demás, pero en todos los casos implica una maduración de la personalidad del niño.
Veamos algunos ejemplos:
- De 0 a 2 años, los juegos están basados en la búsqueda de placer.
- De 2 a 7 años, aparece la representación simbólica, los juegos ya adquieren un significado.
- De 7 años en adelante, aparecen las reglas y cobran importancia los juegos sociales.
- Si juegan con otros, aprenden a colaborar, a trabajar en equipo y a compartir.
- Desarrollan la comunicación oral y escrita, ampliándola.
- Favorece también la creatividad y la confianza, mientras inventan historias o se convierten en Reyes o Reinas.
- Desarrollan su autoestima y autoconcepto, aprendiendo a regular sus emociones e interiorizando comportamientos adecuados dependiendo del contexto social. Por ejemplo: cómo comprar en una tienda, cómo ser papá…
- Jugar también les ayuda a tener en cuenta al otro. Por ejemplo: cuándo se establecen turnos o cuándo tienen que negociar.
¿Cómo podemos jugar los padres?
El juego es el lenguaje que los niños hablan y entienden y con él aprenden a desarrollar habilidades que puedan ser parte de una personalidad sana.
Ya que el juego está asociado al desarrollo del niño, los padres, en la medida que puedan, deben crear ambientes que lo fomenten.
Es cierto que en el modelo actual de familia, con trabajos y obligaciones, es difícil encontrar el tiempo que nos gustaría para poder disfrutar sin reloj del juego. El tiempo que se invierta en jugar es importante, pero no es lo único, ya que la calidad con la que jugamos tiene la misma relevancia.
Y os preguntaréis, ¿cómo consigo calidad en el juego?, ¿qué es lo que puedo hacer?
La mejor forma de entender el lenguaje del juego es practicarlo, y para ello podemos:
- Recordar los juegos que nos gustaban siendo niños, dando espacio para que la risa y la fantasía inunden el espacio, siendo capaces de dejarnos llevar. Así conseguiremos estrechar los lazos con nuestros hijos.
- Una vez en el juego, podemos descubrir cuáles son los intereses del niño. Ese puede ser un buen punto de partida y desde ahí darle un sentido al juego, crear juntos una historia, dejando que tu hijo se exprese y por tanto dándole un espacio para ser y estar.
- Toda historia tiene un principio y un final, las dos igual de importantes, por tanto también se puede ayudar en el momento del cierre, favoreciendo que el juego tenga un final adecuado, compartiendo con él, por ejemplo, la recogida de los juguetes.
El juego es muy amplio, hay un sin fin de formas y colores para poder jugar. La única condición indispensable para su desarrollo adecuado es estar dispuesto a disfrutar con él.